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El valor de la imaginación erótica


El afrodisíaco más potente lo puedes preparar tú, en tu imaginación. Aprovecha este regalo de nuestro cerebro para intensificar tu vida sexual.

Para qué sirven nuestras fantasías sexuales


«En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación». (Octavio Paz) 

¿Por qué deberías tener sexo en tu cerebro? Los sexólogos lo llevan predicando durante décadas: si tu vida sexual ha dejado de bullir, utiliza tu cabeza. Conjurar unas cuantas fantasías eróticas es la llave que conduce a un sexo alucinante.

El poder afrodisíaco de las fantasías sexuales

Ni cuerno de rinoceronte, ni ginseng, ni ostras, ni alcohol.

Ni fármacos, ni sortilegios milagrosos. Los mejores afrodisíacos los elaboramos nosotros mismos, en el laboratorio que tenemos entre las dos orejas. Son nuestras fantasías sexuales. Y da igual de qué tipo sean: transgresoras, con gente de nuestro mismo sexo, en situaciones peligrosas, con personas que jamás nos atraerían en la vida real. Todo es posible en nuestra imaginación, a la que podemos dar rienda suelta sin límites ni represiones

Las fantasías sexuales forman parte de nuestro cerebro sexual. De hecho, todos en la infancia empezamos fantaseando, aunque esas ensoñaciones no sean tan explícitamente sexuales como lo serán más adelante.

Desde la pubertad en adelante nuestras fantasías sexuales suelen ser cortitas escenas más o menos pornográficas que nuestro cerebro pone en marcha y que no necesariamente queremos representar en la vida real. Aunque pueden proporcionarte los mejores orgasmos, ya que el gran órgano sexual de los humanos es el cerebro.

Las fantasías son excelentes acompañantes en nuestros juegos sexuales, ya sea a solas o en compañía. Nos ayudan a recuperar la excitación, a concentrarnos, a liberarnos del estrés y a intensificar las sensaciones cuando nos disponemos a darnos un respiro en medio de nuestra ajetreada agenda, pues suele ser la ansiedad la principal causante de la disfunción eréctil y del trastorno del deseo inhibido (vamos, lo que toda la vida se ha llamado «dolor de cabeza»). Tenemos menos ganas de sexo si pensamos menos en él. Un estudio sobre fantasías sexuales, realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, demostró que existe «una correlación positiva entre mayor actividad sexual e incremento del grado de fantasía, lo cual es coherente con las teorías del origen y mantenimiento del deseo sexual». 

La imaginación es un regalo que nos hace la naturaleza para que podamos intensificar con ella nuestra vida sexual. Mientras fantaseas, tu cuerpo se prepara para el sexo, la sangre fluye hacia los genitales y las terminaciones nerviosas de tu piel se vuelven más sensibles. Has estado pensando en sexo y entonces, cuando llega el encuentro, basta con que te rocen para que tu cuerpo se derrita.

Por el contrario, cuando el sexo es lo último que tienes en la mente (si es que piensas en él en algún momento), y acumulas la tensión de los pequeños problemas diarios, es casi imposible llegar a excitarte, por mucho que se empeñe tu pareja. Y entonces aparece el miedo a que la química que había entre vosotros haya desaparecido. Pero no. Prueba a utilizar tus fantasías para sacar el deseo sexual de su escondrijo y provocar un ardor repentino.

Pero, ¡cuidado! Un error muy común es confundir una fantasía erótica con un auténtico deseo sexual, motivo por el cual la mayoría de la gente no se atreve a contar las escenas que le excitan, porque si una mujer confiesa que se pone a cien con la imagen de otra mujer practicándole sexo oral, la pueden tomar por lesbiana sin serlo. Y no digamos lo que pueden pensar de ella si contara hasta qué punto se excita con la fantasía de verse forzada. 

Existe la creencia general de que si se tienen fantasías se corre el riesgo de quererlas llevar luego a la práctica. ¡No es verdad! La mayoría de la gente no tiene ninguna intención de hacerlas reales.

A menudo es la propia persona la que no lo tiene claro, la que no sabe poner límites entre lo imaginado y lo real como estímulo erótico. Algo parece quedar de ese complejo de culpa católico por los malos pensamientos, y también por todo aquello que nos proporciona placer.

Y puede ser que ese sentimiento de culpa tan arraigado en nuestro interior sea el que genere fantasías en la imaginación femenina como la de verse forzada: siendo violentada, la culpa de sentir deseo desaparece, porque no lo haces tú, lo hace el otro y contra tu voluntad. 

El placer erótico es algo maravilloso y por el que no hay que sentirse culpable. Dar rienda suelta a la imaginación potencia la excitación sexual y convierte a las fantasías en una válvula de escape para los deseos más íntimos: al ser siempre pura invención y algo que pertenece al mundo de la fantasía, puedes jugar con ellas sin tener la obligación de responder ante nadie, y sin hacer daño a personas reales. 

Por muy retorcidas o perversas que sean esas escenitas, siempre van a ser seguras en lo que a tu intimidad se refiere, porque seguirán manteniéndose en la privacidad mientras no las cuentes y las pongas al descubierto. 

Y no, no eres infiel a tu pareja porque en tu imaginación tengas sexo en grupo con todo el parque de bomberos. Si piensas que eso va a despertar sus celos, es muy sencillo: ¡no le cuentes tus fantasías! Tienes derecho a la privacidad sexual, tanto para fantasear como para masturbarte.

Más allá de la imaginación, en el plano de la realidad, lo importante es no hacer nada que no te apetezca de verdad, ni forzar al otro a hacer algo que no desea.

Cada cual, en plena madurez y con total responsabilidad de sus actos, tendrá que decidir qué fantasías materializar (y eso implica asimismo no dejarse chantajear emocionalmente por la pareja o el círculo social). La finalidad del sexo tiene que ser compartir y divertirse. LLevar a la práctica una fantasía solo requiere una condición: el mutuo acuerdo, que sean aceptadas y disfrutadas a partes iguales.

Las fantasías sexuales nos sirven también para sentir experiencias que en la realidad o no nos apetecen o nunca estarán a nuestro alcance, como darte un revolcón con una estrella de cine.

Las fantasías propias o ajenas son, además, un estímulo de la creatividad efectivo para apartar o solucionar, sobre todo, el problema de la rutina en las relaciones duraderas. De ahí que muchos terapeutas sexuales sugieran la lectura de relatos eróticos en compañía, o los fragmentos que más exciten de libros que recogen testimonios reales, como SEX CONFIDENTIAL. Y mejor aún si se prepara el ambiente con una temperatura, iluminación y música adecuada. 

Lo de desconectar móviles y tablets se da por supuesto, ¿verdad?

Ilustración: Jordi Galeano

descarga libro Sex Confidential, las mujeres cuentan sus fantasías sexuales


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