Cuando la infancia no es la etapa más feliz... Un relato de bullying.
Releo Alas negras y chocolate amargo, novela con la que participé en el tercer Concurso de Autores Indie que organizan Amazon y el diario El Mundo, y, como si se tratase de una muñeca matrioska, a veces me encuentro con fragmentos que parecen relatos dentro de la historia que narran las hermanas protagonistas. Comparto aquí este que cuenta Carol.
(extracto de la novela 'Alas negras y chocolate amargo'):
«Cuando era una escolar de unos nueve años tenía una compañera en clase que padecía un leve retraso. Vivía cerca de mi casa y durante un par de semanas —antes no, y no sé por qué— le dio por pegarse a mí a la salida del colegio. Me parecía muy robusta, aunque cualquier niña lo parecía a mi lado. Caminábamos juntas sin apenas decir palabra hasta llegar al cruce de calles en el que se bifurcaban nuestros caminos. El macuto de lona verde militar me golpeaba en los tobillos. Se llevaban por aquel entonces con un asa de tal longitud que, por mucho que hiciera correr la cinta para hacerla más corta, casi tenía que llevarlo a rastras. Me abrazaba a la carpeta y levantaba cuanto podía el hombro derecho. Mi columna vertebral fue víctima de las deformaciones de la moda; tuve que enderezarla después en la piscina, a la que papá me acompañó todas las tardes durante un año. No sirvió de nada. Lo de torcerme la columna, quiero decir. Ni por esas podía decirse que yo fuera una integrada y quedara inmune a los hostigamientos.Uno de esos días en los que volvía a casa acompañada por aquella niña —qué triste que no recuerde su nombre—, nos siguieron tres crías que ya habían entrado en la competición por el premio a la popularidad.
—Mírala, la tonta con la otra tonta. Dios las cría y ellas se juntan —medio canturreó la que iba de jefa.
Las otras rieron escandalosamente.
Ciega de ira, tomé un casco vacío de cerveza abandonado en el escalón de un portal, me volví y se lo arrojé a la faltona sin acierto. Una señora que andaba a dos pasos detrás de nosotras me regañó. Yo enrojecí, y las otras rieron con más ensañamiento, doblándose y tapándose las bocas con las palmas de las manos.
Un par de días después de aquello, mi compañera de tribulaciones se lanzó a contarme cómo nos hacíamos mujeres.
—Mi madre me ha dicho que nos comienza a salir sangre por ahí.
De mi boca salió un resoplido de carcajada contenida.
—¡Anda ya!
—Que sí, que me lo ha dicho mi madre.
—Pues tu madre es una mentirosa.
La niña no respondió y agachó la cabeza. Encontré a mamá colocando las cortinas del comedor que había acabado de lavar y se lo conté.
—Es verdad, hija, es verdad. Cuando te empieza a venir el periodo es que ya tienes el cuerpo preparado para tener hijos.
No me miraba. Guardó la escalera mientras me decía que no me preocupase, que aún me quedaba tiempo. Unos meses después me anunció que estaba embarazada de ti, Fani. No le pregunté cómo había sucedido porque el misterio me había sido desvelado en diálogos cazados durante los ratos de recreo.
Evité a la niña, aunque me parece que ella también me evitó a mí. Ese curso fue el último que hizo en la escuela. Creo que al siguiente la llevaron a un centro especial. Papá habría valorado esa amistad si lo hubiera sabido, sentía una debilidad por todos aquellos que eran rechazados. Forzarme a evitarla hizo que cayera sobre mí el peso de la culpa y la vergüenza.»
*Imagen de Anemone123 en Pixabay
ALAS NEGRAS Y CHOCOLATE AMARGO, es una novela intimista, de suspense psicológico y secretos familiares que puedes leer haciendo click en esta imagen:
Lo estoy leyendo y me encanta.
ResponderEliminarGenial. Gracias por dejar este comentario, Teresa. Un saludo.
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