Las vacaciones se acercan y hay quien está dispuesto a disfrutarlas con suegros y cuñados. ¿Es el mejor de los planes?
Porque es la única oportunidad que tiene tu pareja de ver a sus padres durante el año. Porque echa de menos ese rincón del mundo en el que nació y vivió su infancia. Porque el presupuesto no da para mucho más, y el alojamiento sale gratis. Porque son las fiestas de su pueblo. Porque vuestros hijos jugarán con sus primos… Son muchos los motivos que animan a planificar unas vacaciones en casa de los parientes. Pero, ¿y si las relaciones con la familia política no suele ser para tirar cohetes? ¿Hasta qué punto vale la pena sacrificarse?
Cómo sobrevivir a unas vacaciones con tus suegros
Aunque la suegra es el blanco de muchos cómicos, para la nuera, no suele ser un chiste. Nuestro refranero está repleto de sugerencias para mantener las distancias con la familia, pero los vínculos son fuertes y más de una pareja se ve afectada por conflictos que, a menudo, se llevan a la cama. Y si hay que pasar con ella unos días de nuestras cortas vacaciones, estas pueden convertirse en una olla a presión.
Desde hace décadas, los terapeutas saben que muchos de los conflictos sexuales de una pareja se originan fuera de la alcoba, como los asuntos económicos, los desacuerdos en proyectos vitales, la incompatibilidad de caracteres o... las intromisiones de la familia, fuentes de ansiedad que confluyen en la pérdida de deseo u otras disfunciones. Algunas suegras han acusado a sus nueras de adictas al sexo que abusan de su hijo o acostumbran a entrar en el dormitorio conyugal sin llamar a la puerta cuando pasan unos días en casa de los jóvenes. De verdad, me lo han contado.
Las desavenencias que se gestan entre los consortes a causa de parientes que se inmiscuyen más de la cuenta suelen provocar confusiones, enfados y dolor en uno y otro, conduciendo, incluso, al resentimiento y la hostilidad entre ellos. Las soluciones pasan por un trabajo a realizar que no finaliza en cuestión de días. Y precisamente porque el camino es largo, ya va siendo hora de dar el primer paso, en lugar de negarse a mantener relaciones sexuales para castigar al otro. Una dinámica en la que, lamentablemente, caen muchas parejas.
Desde hace décadas, los terapeutas saben que muchos de los conflictos sexuales de una pareja se originan fuera de la alcoba, como los asuntos económicos, los desacuerdos en proyectos vitales, la incompatibilidad de caracteres o... las intromisiones de la familia, fuentes de ansiedad que confluyen en la pérdida de deseo u otras disfunciones. Algunas suegras han acusado a sus nueras de adictas al sexo que abusan de su hijo o acostumbran a entrar en el dormitorio conyugal sin llamar a la puerta cuando pasan unos días en casa de los jóvenes. De verdad, me lo han contado.
Las desavenencias que se gestan entre los consortes a causa de parientes que se inmiscuyen más de la cuenta suelen provocar confusiones, enfados y dolor en uno y otro, conduciendo, incluso, al resentimiento y la hostilidad entre ellos. Las soluciones pasan por un trabajo a realizar que no finaliza en cuestión de días. Y precisamente porque el camino es largo, ya va siendo hora de dar el primer paso, en lugar de negarse a mantener relaciones sexuales para castigar al otro. Una dinámica en la que, lamentablemente, caen muchas parejas.
Invasiones de los parientes
«Desde que tuve a la niña, a mi suegro, que está jubilado, le da por venir a verla por las mañanas. Entra con la llave de mi piso que les dejamos por si pasaba algo. Igual me pilla en la ducha, con todo por hacer, y encima me critica por desordenada» (Belén, 31 años). Es un ejemplo de la necesidad de poner límites a padres y suegros, del mismo modo que se hace con los niños.
Ya hablé en otra entrada de este blog, sobre los múltiples ardides que utilizan algunas madres para intentar ponerse al mando e inmiscuirse en la vida de la pareja. Maneras de invadir el espacio íntimo y asumir el control.
«Yo tuve que ponerle el freno a mi propia madre, que quería limpiar en mi casa mientras yo estaba en el trabajo», explica Lourdes. «Mi suegra, en cambio, no necesitaba quedarse a solas para registrarme. Veía el correo sobre la mesita y abría nuestros sobres ante nuestras propias narices. Yo creía que la forma en que se comportaban mis suegros cuando éramos novios cambiaría desde el momento en que nos casáramos y tuviéramos nuestra propia casa, y ya ves, ha empeorado».
Ya hablé en otra entrada de este blog, sobre los múltiples ardides que utilizan algunas madres para intentar ponerse al mando e inmiscuirse en la vida de la pareja. Maneras de invadir el espacio íntimo y asumir el control.
«Yo tuve que ponerle el freno a mi propia madre, que quería limpiar en mi casa mientras yo estaba en el trabajo», explica Lourdes. «Mi suegra, en cambio, no necesitaba quedarse a solas para registrarme. Veía el correo sobre la mesita y abría nuestros sobres ante nuestras propias narices. Yo creía que la forma en que se comportaban mis suegros cuando éramos novios cambiaría desde el momento en que nos casáramos y tuviéramos nuestra propia casa, y ya ves, ha empeorado».
Así no hay quien se relaje
«Cada vez que vamos a casa de mis suegros, en su pueblo, se empeñan en que durmamos con la puerta del dormitorio abierta. ¡Y él obedece! Me lleva a lugares escondidos de la sierra para hacer el amor. El sexo al aire libre tendría morbo si no fuera por la imposición. Es en vacaciones cuando deberíamos disfrutar más del sexo». El testimonio de Leire, de 32 años, no es un caso aislado.
Esta es una de las fantasías de una enfermera de 37 años que colaboró en el estudio sobre la imaginación erótica de las mujeres:
«Unas vacaciones con mi marido y su familia, en su país. ¡Sobredosis de él! Qué personalidad tan rica y tan inagotable. Verlo en el ambiente de sus orígenes, ése es él. Lo amo. Imaginar que lo hacemos en el baño, deprisa, de pie, mientras afuera nos están esperando.»
Es un testimonio muy curioso, porque más adelante confiesa esto:
«Llevo 12 años con mi marido. Durante los primeros, las relaciones eran muy gozosas y muy frecuentes. Ahora son muy escasas. Él siempre está a punto si yo le reclamo, y también se queda muy tranquilo de lo contrario, parece ser que la complicada soy yo. Le quiero mucho y me parece muy agradable, pero no le deseo como antes. ¿Qué ha ocurrido? Yo he tenido dos relaciones extramaritales coincidiendo con la aparición de su madre en escena. Siento que tiene una relación de tal calibre con ella que a mí me desplaza, me siento abandonada. En ese momento caigo en la tentación, las cosas ocurren sin buscarlas.»
La aparición de una nuera desafía el poder materno. La suegra se siente intimidada por la independencia del hijo, ese hombre al que podía controlar, el que había mordisqueado sus pezones y ahora lame los de otra. En muchos casos, el intento de dominar proviene de un miedo inconsciente a perder al hijo o a la hija, a enfrentarse al nido vacío y de una falta de independencia emocional.
Por muy seguras que se sientan de sí mismas, la mayoría de las mujeres actuales necesitan el refuerzo positivo de un novio o marido fuerte que sepa enfrentarse a su madre. De lo contrario, ellas no se sienten respetadas y las tácticas separadoras pueden destrozar la relación. Un hombre que es visto por su mujer como un pelele de la madre puede perder ante ella todo su atractivo erótico.
Septiembre es, junto a enero, uno de los meses en los que se produce un incremento de rupturas de pareja. Si la relación no pasa por su mejor momento, me temo que pasar las vacaciones con la familia no será el mejor de los planes. Todavía estáis a tiempo de cambiar de rumbo o, al menos, de alquilar un alojamiento que os ofrezca más intimidad.
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