¿Por qué son infieles las mujeres? ¿Ya no aman a sus maridos? ¿Pueden separar amor y sexo? ¿Qué consecuencias tiene la infidelidad? ¿Hay que confesar el engaño?
Cuando las mujeres son infieles
Quien más y quien menos habrá escuchado alguna que otra historia, pero aún prevalece la idea de que la infidelidad es, fundamentalmente, cosa de hombres. He aquí un dato que nos deja entrever cómo está el patio: una investigación realizada en dos hospitales españoles descubrió que el 10% de los recién nacidos no eran hijos de quien creía ser el padre.Para garantizar la línea sucesoria del varón, la sociedad patriarcal ha inventado múltiples formas de controlar la sexualidad femenina, desde la castración física hasta la mental, que consiste en hacernos creer que el cuerpo de la mujer no ha sido creado para sentir placer. Sin embargo, a pesar de todos los intentos por frenar sus deseos sexuales, las mujeres continúan engañando a sus parejas.
Qué se entiende por infidelidad
Psicólogos, sociólogos y antropólogos suelen coincidir en que la infidelidad es un concepto que cada cuál interpreta a su manera. Para algunas personas, especialmente las más jóvenes, hasta masturbarse o fantasear con otros son comportamientos infieles. La sexóloga Flavia Limone también tiene su visión particular: «Yo la entiendo como deslealtad al pacto que se ha hecho en una relación y ese pacto puede ser diferente en cada relación».Según esta definición, dos personas que pactan una relación de “pareja abierta”, en la que cada uno puede acostarse con otros con el consentimiento mutuo, no cometen infidelidad. De hecho, los que acuden a locales liberales, y practican el intercambio de parejas, los tríos o el sexo en grupo, no se consideran infieles, mientras no se establezcan relaciones de afecto entre ellos. Mari Ángeles y Juan lo explican así: «Nosotros siempre estamos juntos cuando hacemos intercambio, pero después de siete años en este ambiente, hemos decidido darnos licencia para estar con otras parejas o chicos/as sin que tenga que estar el otro presente. Claro que está práctica la hacemos siempre que no se convierta en una norma y surjan de forma espontánea, sin buscarlo desesperadamente... y por supuesto sin dar lugar a malentendidos y que la otra persona piense que estamos iniciando una relación sentimental».
El colectivo de personas liberales suelen decir que en su ambiente no se producen casos de infidelidad. Pero la verdad es que algunos se pasan números de teléfonos a escondidas o mantienen relaciones extramatrimoniales con gente que no practican este modelo de sexualidad.
Es posible que existan, incluso, causas naturales que expliquen la infidelidad sexual y que entenderla como una traición no se deba más que a un convencionalismo cultural. Hay quien opina que los hombres necesitan esparcir su semilla. Que son órdenes del instinto de supervivencia de la especie. Por razones similares podría justificarse la infidelidad femenina: ellas mezclan sus genes con varones diferentes para que parte de su prole sea inmune a enfermedades diversas o más fuerte ante condiciones medioambientales adversas. De ese modo pueden asegurarse la pervivencia de su herencia genética.
Mientras los científicos discuten si somos genéticamente monógamos o no, las mujeres parecen obligadas a buscar una justificación para echar una cana al aire y, sobre todo, para tener un amante fijo: porque se sienten abandonadas, porque han descubierto que él las engañaba, porque han pasado la barrera de los cuarenta y necesitaban saber si aún son atractivas, porque sólo han estado con su pareja y sienten curiosidad por saber cómo será el sexo con otro hombre, porque sus vidas son anodinas y buscan algo que ponga un poco de emoción, porque necesitan transgredir... La lista sería interminable. Pero probablemente, la única justificación válida para una sociedad moralista, que no admite la infidelidad, es el amor: «Me enamoré de él y no pude controlarlo».
Mujeres de corazones locos
¿Y por qué no dejan a sus maridos?, pregunta una sociedad en la que el adulterio ha dejado de ser delito condenable y que permite el divorcio. Las respuestas pueden ser múltiples, y entre ellas destaca una: porque aman a sus parejas. Sí, aunque muchos consideran aún que es propio de la naturaleza femenina vincular la atracción sexual al amor, las mujeres comienzan a descubrir que inician aventuras por puras necesidades sexuales, y que esa no es razón suficiente para abandonar a una persona con la que comparten los mismos valores, un proyecto de vida y con el que tienen compatibilidad de caracteres.¿Se puede querer a dos personas a la vez, como cantaba Antonio Machín, sin estar loca? Desde los terapeutas de pareja hasta los investigadores del cerebro humano aseguran que sí. En el proceso amoroso pasamos por diferentes fases. La antropóloga Helen Fisher ha calculado tres: la lujuria, en la que se tiene unos locos deseo de sexo, la atracción, que es una fase de euforia y vinculación emocional, y la tercera, el vínculo, una fase en la que se ha evolucionado hacia una relación de calma, duradera y segura. Por lo tanto, podríamos sentir una pasión loca por alguien sin romper los vínculos de apego por aquel con quien compartimos nuestra vida. Otro asunto es el enamoramiento, al que muchos terapeutas adjudican un sentimiento de exclusividad.
Solamente es sexo
A la hora de formalizar una relación de pareja es importante valorar el modelo de sexualidad de ambos, y el apetito sexual de cada uno, y la naturaleza más o menos liberal para darse permiso o no de tener aventuras. Aunque no se trate del único, la sexualidad es un pilar básico en la convivencia de una pareja, y en muchos matrimonios se llega a la rutina hasta caer en la ausencia total o casi total de relaciones sexuales. Esa es una de las excusas más habituales entre los hombres infieles: «Hay que buscar fuera lo que falta en casa». Y lo que falta, como todo el mundo entiende, es sexo. Los datos son reveladores: la falta de ganas o trastorno de deseo inhibido es el principal motivo de consulta sexológica por parte de las mujeres españolas. Sin embargo, los especialistas reconocen también que cada vez son más los varones que tienen el mismo problema.Andrea, de 33 años, conoció a su marido con 16: «En mi matrimonio siempre ha fallado el sexo. Ya de novios, a mí me apetecía más que a él, y con la convivencia no hubo ningún cambio. He intentado hablarlo, y nada, es un tema tabú. Conocí a mi amante, un chico más joven que yo, a través de Internet. El sexo con él era tan bueno que creí que me había enamorado. Pero luego me di cuenta de que fuera de la cama no teníamos nada en común. Lo dejé y decidí salvar mi matrimonio. Aún no sé qué pasará».
Los efectos de la infidelidad femenina
¿Qué piensan los sexólogos sobre los efectos que tiene la infidelidad sobre la relación estable? ¿Revitaliza a la pareja, tiene algo de positivo? En algunas mujeres renace el afecto hacia el marido a causa del sentimiento de culpa, o porque lo aprecia más después de compararle con el amante. Carolina, una mujer separada de 44 años, asegura que el deterioro de su relación no tuvo nada que ver con sus infidelidades: «Una aventura puede generarte sentimientos más profundos hacia tu pareja o ayudarte a romper, y eso tampoco es negativo. Te permite valorar tu relación desde otra perspectiva». Luís, un abogado de 42 años, tiene una opinión similar: «Creo que mi mujer debería tener una relación fuera de nuestro matrimonio. Me dolería, pero lo veo algo necesario para comparar y valorar lo que se tiene, o actuar en consecuencia. Ella ha perdido su apetito sexual y la situación me asfixia. Puede que unas canas al aire nos ayude. Y si no nos enteramos, mejor».Personalmente, una mujer que inicia una relación extramarital puede recuperar la seguridad en sí misma, sentirse de nuevo atractiva y recobrar energías y vitalidad perdidas por la erosión de lo cotidiano. Lo peor, aseguran los expertos, puede pasar si lo descubren, de modo que no es recomendable cometer un sincericidio y contárselo. Para algunos hombres es lo peor que puede pasarles, incluso si ellos también han sido infieles. Otros, para sorpresa de sus mujeres, vuelven a sentir interés sexual por ellas.
El macho herido por la mujer infiel
Aunque la situación haya cambiado y muchos acepten que puede sucederle a cualquiera, la tradición ha dañado la figura del marido engañado. Los chistes, las comedias escritas para el teatro y el cine, lo presentan como un personaje ridículo que merece los cuernos que le ponen, mientras que la mujer engañada es una víctima y su entorno le ofrece apoyo. Quizás por eso, ellos cuentan con menos recursos psicológicos para superar la traición. Por supuesto, una mujer engañada siente rabia, angustia y pérdida de autoestima; pero el hombre, además, se preocupa por el deterioro de su imagen. Según investigaciones recientes, un hombre que sospecha de la infidelidad de su mujer, puede fabricar mayor número de espermatozoides “guerreros”, que se ocupan de pelearse con los espermatozoides de otros varones, y allanar el camino de los que son válidos para la fecundación.Al margen de lo que haga su esperma, el hombre engañado puede caer en una depresión, reaccionar con agresividad, sentirse estimulado por la sexualidad oculta de su mujer y hasta utilizarlo para chantajearla. Fue lo que le sucedió a Virginia, una treintañera casada y con dos hijos. Su marido la pilló practicando sexo por Internet, y en lugar de enfadarse le pidió que le dejara estar presente cuando chateaba. Mientras Virginia mantenía la relación sexual con su ciberamante, su pareja la tocaba y acariciaba hasta que ella alcanzaba el orgasmo. Mantuvieron este trío virtual hasta que el marido le dio permiso para que se acostara con el otro. Ella se citó con su amante virtual y se fue a la cama con él. Al cabo de un tiempo, su marido le pidió que accediera a montar un trío real como pago a su generosidad y consentimiento. Virginia no sentía el más mínimo deseo de ceder al chantaje, pero el sentimiento de culpa fue más fuerte. La situación la condujo a la consulta psicológica
Cuando el amante es el compañero de trabajo
Se arreglan más, se vuelven más coquetas, y hasta el despertador suena con alegría cuando se comparte la jornada de trabajo con alguien que te hace tilín. El compañero la escucha, atiende a sus lamentos sobre los problemas familiares y ese marido que no la comprende, comparte intereses con ella, reconoce su valía y su esfuerzo profesional, pero, ¿qué pasa si la relación comienza a girarse hacia el lado oscuro? María, de 42 años, tuvo una mala experiencia: «Yo solo quería una aventurilla. Pero al verle cada día la situación se complica y he caído en una doble vida. Él también está casado, y al principio parecía que todo estaba claro, que cada uno dejaría a su pareja. Y después se echó atrás. Ahora estoy resentida y cabreada. No puedo pensar mientras trabajo, y en casa también estoy mal. Me gustaría que se fuera de la empresa. Por desgracia, yo no puedo permitirme ese lujo».Algunas mujeres sienten una atracción especial por el jefe y su imagen de hombre de mundo, con alto nivel cultural. Los estudios sociobiológicos sugieren que las mujeres se sienten atraídas por los varones dominantes por considerar que poseen ventajas evolutivas. «El poder me parece erótico», cuenta Lourdes, que lleva 16 años casada y asegura que mantiene una excelente relación con su marido. «Dedicamos un noche a la semana al romanticismo. Hasta el sexo es mejor con mi pareja, lo reconozco. Pero eso de irnos a un congreso toda la empresa, y meterme en la cama con mi jefe en el mismo hotel en el que están mis compañeros, me produce un morbo increíble. Además, yo soy mucho más eficiente si tengo alguna aventura».
Las mujeres infieles no se jactan de serlo
Estudiar el comportamiento de las mujeres infieles no es sencillo para ningún investigador por lo que decían las primeras líneas de este artículo: que ellas mienten o callan parte de la verdad incluso a sus más íntimas amigas. ¿Por qué? El motivo principal es el miedo. Aunque en Europa no se lapide a una adúltera, nuestra sociedad continúa juzgando a aquella que no encaja con un patrón de buena conducta, y en ese patrón no caben los devaneos con otros a espaldas del marido. A sus 28 años, Silvia supo lo que significa transgredir las normas cuando, después de romper su matrimonio, su ex descubrió que había sido infiel: «Dio mi número de móvil a personas que yo apenas conocía, a todo el mundo, y ellos me llamaban para insultarme y echarme en cara el terrible daño que había causado. Si no tenía suficiente con mis remordimientos, aquello acabó de hundirme.»A nadie le causa extrañeza que un hombre engañe a su pareja. Al fin y al cabo, es un hombre. Pero que lo haga una mujer... entonces pone en peligro la unidad familiar, los cimientos de la sociedad, es una egoísta por anteponer sus propias necesidades a las de sus propios hijos, es una mala madre. Sí, esa es la mentalidad que reina aún hoy, cuando ya hemos puesto los pies en el siglo XXI. Las infieles todavía son unas chicas malas.
(Este artículo vio la luz por primera vez en la revista Sexologies)
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Muy interesante. Mi lema es 'vive y deja vivir', quién soy yo para juzgar a nadie, además odio que se me juzgue a mí. Una cambia, con los años, eso sí. A mi primer marido no pude perdonarle su traición. Si me pasara con mi segundo marido creo que no actuaría a la ligera, lo pensaría bien, el vínculo que tenemos es demasiado sólido para romperse por un desliz y, por otra parte, creo que cuanto más intenso es el vínculo menos probable es que se produzca ese supuesto desliz.
ResponderEliminarFelicidades Sonsoles! Suerte!
MAR