Durante estos
días, las portadas de la prensa deportiva recogen la sensacionalista
información sobre la juerga que se había corrido un ex jugador de baloncesto en
un burdel antes de caer inconsciente por una supuesta sobredosis de drogas,
alcohol y viagras. Traigo a este blog la trágica noticia porque hay ciertos
detalles sobre esa fiesta sexual que los medios pintan como “escabrosos” y que,
en realidad, forman parte de las fantasías eróticas de muchos hombres, aunque
no se traten de los más recurrentes. El ex jugador había solicitado las
prestaciones sexuales de un transexual que, además, se parece físicamente a su
ex cuñada.
Efectivamente,
la figura del transexual es una de las que aparecen en las fantasías sexuales
de algunos hombres y, hasta el momento, no la he encontrado entre los
testimonios de las señoras. Así lo cuenta uno de ellos:
«Una fantasía que tengo a veces, y que realmente no sé si
me gustaría llegar a hacer real es la siguiente: salgo una noche y estoy
en una discoteca. Aparece una chica exuberante, como recién salida de una
película porno. Con minifalda de cuero, escote, grandes pechos, labios carnosos,
botas altas de tacón. Estoy bailando y ella se acerca (o yo me acerco, o nos
acercamos el uno al otro). Bailamos juntos sin mediar palabra, ella se
restriega conmigo y yo me pongo a cien. Ella lo sabe, se me acerca y me
da un beso con lengua. Después de besarnos durante un buen rato en medio de la
pista de baile, me da la mano y me lleva a un reservado de la discoteca. Es una
habitación privada en la que sólo estamos nosotros dos. Ella tiene la llave, y
la cierra. Hay un sofá muy cómodo y la temperatura es cálida. Nos tocamos y nos
seguimos besando. Ella me desnuda y me tumba sobre el sofá. Ella se pone de pie
delante de mí, se quita la ropa de cintura para arriba y me restriega sus
firmes pechos por la cara, yo la agarro por las nalgas mientras lamo sus pechos.
Le quito los pantalones... y resulta que ella no es ella, tiene pene y
testículos (depilados). Yo estoy a cien y, en vez de marcharme, le hago una
felación (no pienso que sea un hombre, sino una mujer con pene). Me gusta oírla
gemir de placer.
Una vez que he terminado de hacerle la felación, le doy un beso en la boca, la giro... y la penetro analmente, la penetro fuerte y cambiando de ritmo, unas veces más rápido, y otras lentamente... eyaculo dentro de ella. Nos vestimos, salimos del reservado, me da un beso en la mejilla y se pierde entre la gente.» (Profesor de filosofía, 27 años).
Una vez que he terminado de hacerle la felación, le doy un beso en la boca, la giro... y la penetro analmente, la penetro fuerte y cambiando de ritmo, unas veces más rápido, y otras lentamente... eyaculo dentro de ella. Nos vestimos, salimos del reservado, me da un beso en la mejilla y se pierde entre la gente.» (Profesor de filosofía, 27 años).
Insisto en que
la fantasía con el transexual no es tan recurrente en la imaginación masculina
como puede ser el trío, y aquellos que la tienen no siempre desean que se haga
realidad. No hay que caer en el error de ponerse etiquetas por tener una
fantasía determinada. La ambigüedad sexual de un travesti puede representar lo
prohibido, y acceder a lo prohibido, transgredir las normas hace que todo sea
más excitante. Da lugar, además, a sentirse mujer pero sin ser homosexual,
puesto que cuando se imaginan que son sodomizados es otra mujer quien penetra,
una mujer no castrada. De hecho, la mayoría de los clientes de los travestis
son varones casados con parejas heterosexuales.
El otro detalle
que destacaban las noticias sobre esta fiesta privada del ex jugador de la NBA
era el parecido de ese transexual con su ex cuñada.
También los personajes de la familia invaden con más frecuencia la imaginación masculina que la femenina: las primas, alguna hermana o la cuñada aparecen en alguna que otra fantasía.
«Una de las fantasías que tengo desde hace muchos años y que me gustaría hacer realidad, aunque seguramente no llegaré a cumplir nunca, es hacerlo con mis cuñadas, las hermanas de mi mujer; hacerlo por separado con cada una de ellas. Esa fantasía ha sido motivo de masturbaciones muy placenteras. Pero respeto sus relaciones matrimoniales y siento mucho cariño por mis cuñados, así que no creo que llegue a realizarla. En una de ellas imagino que nos encontramos en una casa de campo que tenemos en común. Yo me voy a hacer una siesta después de comer, mientras los demás van a dar un paseo. Mi cuñada se queda recogiendo, y después viene a la cama. El dormitorio está en penumbra y cree que es su marido el que está acostado, yo no me doy cuenta y continúo dormido. Al cabo de un rato, cuando ella también se ha quedado dormida, me despierto y comienzo a acariciarla creyendo que es mi esposa, porque sus físicos son muy similares. Semidormida, y todavía confundiéndome con su marido, ella se deja hacer. Está de espaldas a mí; yo le acaricio las nalgas, le bajo las braguitas y deslizo la mano entre sus piernas. A estas alturas ella ha sacado mi miembro de los calzoncillos y me lo acaricia. Después se coloca boca arriba, separa las piernas y yo me tumbo encima de ella, con una mano agarra mi verga y con la otra abre la entrada de su sexo; yo empujo y la penetro por completo. En ese momento, ella comenta cuánto le gusta; yo reconozco la voz y me quedo helado. Le hablo y ella se queda quieta también. Enciendo la luz y ahí está: una cara preciosa, llena de rubor y deseo, y con unos pechos de vicio. Hablamos de la confusión, pero continúo encima de ella, dentro de ella... y vuelvo a excitarme. Nos decimos que no deberíamos hacerlo, pero sus movimientos me dicen lo contrario, y yo la acompaño, continuamos con esa danza de mete y saca, hasta que nos dejamos llevar y disfrutamos de ese polvo que ha llegado sin buscarlo. Por fin eyaculo, y oigo sus gemidos de placer.» (Ingeniero, 43 años).
No torzáis la boca que os estoy viendo. Antes de despertar al juez que llevamos dentro, veamos cómo es su relación de pareja:
«Estoy felizmente casado con una mujer a la que no cambiaría por nada del mundo, con la que me llevo muy bien y con la que lo comparto todo, incluso las fantasías sexuales y las relaciones extramatrimoniales que ambos hemos tenido, y que nos tomamos como experiencias que añaden ingredientes a nuestro matrimonio».
Parece que el pacto establecido en esta relación no es absoluto convencional, y que, por más que se fantasee con la cuñada, está siendo respetado.
Además, por ahora no es más que una fantasía, y a la fantasía sexual no hay que darle más importancia de la que tiene, pues la imaginación no tiene por qué revelar la existencia de un deseo frustrado ni peligroso, y fantasear no lleva aparejados las incomodidades y los peligros de la conducta real. Lo que excita es más bien el poder de seducir, de conquistar a una mujer que termina consintiendo, deseando que el hombre que fantasea con ella la posea, que acaba rindiéndose a sus encantos (¡ay, el virus narcisista!). Y si las que se rinden son unas inalcanzables parientes, más excitante resulta.
«Una de las fantasías que tengo desde hace muchos años y que me gustaría hacer realidad, aunque seguramente no llegaré a cumplir nunca, es hacerlo con mis cuñadas, las hermanas de mi mujer; hacerlo por separado con cada una de ellas. Esa fantasía ha sido motivo de masturbaciones muy placenteras. Pero respeto sus relaciones matrimoniales y siento mucho cariño por mis cuñados, así que no creo que llegue a realizarla. En una de ellas imagino que nos encontramos en una casa de campo que tenemos en común. Yo me voy a hacer una siesta después de comer, mientras los demás van a dar un paseo. Mi cuñada se queda recogiendo, y después viene a la cama. El dormitorio está en penumbra y cree que es su marido el que está acostado, yo no me doy cuenta y continúo dormido. Al cabo de un rato, cuando ella también se ha quedado dormida, me despierto y comienzo a acariciarla creyendo que es mi esposa, porque sus físicos son muy similares. Semidormida, y todavía confundiéndome con su marido, ella se deja hacer. Está de espaldas a mí; yo le acaricio las nalgas, le bajo las braguitas y deslizo la mano entre sus piernas. A estas alturas ella ha sacado mi miembro de los calzoncillos y me lo acaricia. Después se coloca boca arriba, separa las piernas y yo me tumbo encima de ella, con una mano agarra mi verga y con la otra abre la entrada de su sexo; yo empujo y la penetro por completo. En ese momento, ella comenta cuánto le gusta; yo reconozco la voz y me quedo helado. Le hablo y ella se queda quieta también. Enciendo la luz y ahí está: una cara preciosa, llena de rubor y deseo, y con unos pechos de vicio. Hablamos de la confusión, pero continúo encima de ella, dentro de ella... y vuelvo a excitarme. Nos decimos que no deberíamos hacerlo, pero sus movimientos me dicen lo contrario, y yo la acompaño, continuamos con esa danza de mete y saca, hasta que nos dejamos llevar y disfrutamos de ese polvo que ha llegado sin buscarlo. Por fin eyaculo, y oigo sus gemidos de placer.» (Ingeniero, 43 años).
No torzáis la boca que os estoy viendo. Antes de despertar al juez que llevamos dentro, veamos cómo es su relación de pareja:
«Estoy felizmente casado con una mujer a la que no cambiaría por nada del mundo, con la que me llevo muy bien y con la que lo comparto todo, incluso las fantasías sexuales y las relaciones extramatrimoniales que ambos hemos tenido, y que nos tomamos como experiencias que añaden ingredientes a nuestro matrimonio».
Parece que el pacto establecido en esta relación no es absoluto convencional, y que, por más que se fantasee con la cuñada, está siendo respetado.
Además, por ahora no es más que una fantasía, y a la fantasía sexual no hay que darle más importancia de la que tiene, pues la imaginación no tiene por qué revelar la existencia de un deseo frustrado ni peligroso, y fantasear no lleva aparejados las incomodidades y los peligros de la conducta real. Lo que excita es más bien el poder de seducir, de conquistar a una mujer que termina consintiendo, deseando que el hombre que fantasea con ella la posea, que acaba rindiéndose a sus encantos (¡ay, el virus narcisista!). Y si las que se rinden son unas inalcanzables parientes, más excitante resulta.
De todos modos, la cuñada suele tener un gran parecido físico con la mujer de quien fantasea, y la propia mujer es
—ella sí— el personaje protagonista en las fantasías sexuales más recurrentes de los hombres, aunque en la imaginación aparezca acompañada de otras mujeres o con otro hombre, y con mucho más apetito sexual que en la relación conyugal:
«¿Mi fantasía? Tengo varias, pero con requisito imprescindible: que mi mujer sea la gran protagonista en ellas y que esté superardiente. Me lo paso muy bien con mi mujer. Me excita mucho, pero tiene un punto negativo: que siempre es pasiva y se libera poco.» (Informático, 31 años).
«¿Mi fantasía? Tengo varias, pero con requisito imprescindible: que mi mujer sea la gran protagonista en ellas y que esté superardiente. Me lo paso muy bien con mi mujer. Me excita mucho, pero tiene un punto negativo: que siempre es pasiva y se libera poco.» (Informático, 31 años).
Puedes conocer otros testimonios sobre la vida y la imaginación sexual de mujeres y hombres en el ebook SEX CONFIDENTIAL.
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