En apariencia, han elegido la soledad como compañera, como la mejor aliada, como la única pareja que les garantiza la adorada independencia. Pero...
Pero es tan difícil serle fiel cuando las alitas del travieso Cupido se acerca a atosigarlas... A veces con la intención de un alegre flirteo, con leves roces, apenas una brisa breve y fresca, como tomarse un respiro antes de regresar de nuevo a los brazos de la soledad que ya comienza a añorarse. Otras, Cupido se transforma en ese dios temido y a su vez esperado, que hundirá la flecha con un movimiento fulminante y furioso. Y ellas, las singles, sólo esperan que en esta ocasión la flecha no venga envenenada.
Si por desgracia el muy hijo de Venus te ha clavado la fórmula química equivocada, arranca esa flecha, limpia bien la herida y ten cuidado. Ten cuidado y no sólo con lanzarte de cabeza a por toneladas de chocolate. Ten cuidado, pues el resentimiento puede ser un amante celoso y cruel, llega con voluntad de tomar posesión de tu vida y de quedarse contigo para siempre. Entonces la soledad se torna en esa prisión de quien sufre síndrome de Estocolmo, en el único refugio donde te sientes segura. Entonces no se acepta la soledad como compañía porque sea una experiencia placentera, sino por miedo a las relaciones. Entonces el pasado agarra el timón de tu vida y renuncias a disfrutar del presente.
No permitas que la rabia te consuma ni juzgues a todos por igual. «¿Sabes cuándo sabrás que lo has superado? Cuando la idea de la venganza te produzca pereza, entonces habrás enviado a tu fantasma al lugar que le corresponde: al pasado inamovible», escribí en La aventura de ser una single. Si te apetece saber más sobre cómo viven las singles de hoy, pincha en esta imagen:
Comentarios
Publicar un comentario