Hace un tiempo, por aquello de conmemorar el Día Internacional de la Mujer, recordé que tenía escaneada una fotografía en la que se ve a mi madre en el taller de costura donde aprendió sastrería y bordado. La colgué en mi perfil de Facebook con el texto que podéis leer aquí debajo:
«La terrible explosión que se produjo en Cádiz en 1947 la dejó sin colegio cuando tenía nueve años. Mis abuelos decidieron meterla en el taller de costura para que no estuviera sin nada que hacer mientras reconstruían la escuela, y cuando el edificio ya estaba en pie mi madre continuó en el taller porque, según la profesora, «es una pena quitarla ahora que ya casi sabe hacer el pantalón».
Mi madre lo ha lamentado toda su vida. Siempre envidió que a su hermano le dieran los estudios que ella también quería porque su hermano era varón y ella la mujercita (esa, y no otra, es la «envidia del pene», la envidia razonable a unos derechos que no se conceden a las mujeres), envidió a las chicas que paseaban abrazadas a carpetas y libros. Creo que hubiera querido ser abogada, pero fue sastra y bordadora.
Desde entonces hemos alcanzado muchas metas, pero quien crea que la igualdad de derechos y oportunidades es ya un hecho padece una seria ceguera. O no quiere ver. Y esto no lo digo solo por los hombres.»
No imaginé que mis palabras fuesen a tener tan buena acogida entre mis amigos facebookeros, ni mucho menos que alguien me diera las gracias.
La chica de la máquina de coser de la izquierda es mi madre.
Recordé después las preguntas que me hizo la revista MÍA sobre las ‘mujeres alfa’ y cómo he creído siempre que mi madre era una de ellas. A pesar de que no pudo estudiar ni llegar a ser la mujer que ella hubiese querido, continúo considerándola como tal. Incluso cuando su salud la obligó a ser dependiente del resto de la familia, impuso su voluntad sobre el gobierno de sí misma.
Dejo aquí las preguntas de la revista MÍA y mis respuestas:
Mujeres alfa, ¿quiénes son?
¿Qué ha supuesto la aparición de las mujeres alfa?
No creo que las mujeres alfa hayan aparecido ahora, sino que han existido siempre (Cleopatra, Isabel la Católica, la reina Cristina de Suecia o Isabel I de Inglaterra...), pero los cronistas e historiadores de otros tiempos han hecho lo posible por ocultar y borrar cualquier señal de su existencia o de su papel en la historia y en la sociedad de su época. Hipatia, la protagonista de la película de Amenábar, es uno de los muchísimos ejemplos que podemos encontrar. Se cree que muchos de los tratados, documentos y textos anónimos de la Antigüedad y la Edad Media fueron escritos por mujeres o se atribuyeron a la autoría de un hombre. La novedad tras los logros feministas del siglo XX es que las mujeres alfa ya no son escondidas y que son un referente para la población femenina.
¿Cómo afecta el ejemplo al grueso de la población femenina? Quiero decir: ¿crees que puede ser un ejemplo, un incentivo para conseguir sus metas, o que puede llegar a crear frustración por no estar a la altura?
Eso depende de cada cual, del umbral para aceptar las limitaciones que cada una tenga y superar las frustraciones. También puede ser frustrante no estar a la altura de un hombre alfa, que provoque sensación de fracaso en los varones que no llegan ahí y no por ello se pide su desaparición. Saber que una mujer tiene capacidad para conseguirlo, igual que un hombre, sirve como incentivo para las que desean alcanzar esa meta. Aunque tampoco nos tenemos que sentir obligadas a ser como ellas.
¿Conoces a más mujeres alfa o beta? ¿Percibes que siguen existiendo aún muchas desigualdades entre hombres y mujeres?
En todas las comunidades, ya sean grandes o pequeñas, existen mujeres alfa. Hay amas de casa que lo son. Gracias a ellas, a su energía, su capacidad de decisión, su habilidad en las relaciones y el manejo de los conflictos, los miembros de la familia obtienen más logros que los que pertenecen a otras. Son mujeres con capacidad de liderazgo, aunque la comunidad de la que son líderes se reduzca al marido, los padres, los hijos y unos cuantos parientes más.
Existen desigualdades en el trato dentro del ámbito profesional, por supuesto. Una mujer tiene que hacer un esfuerzo más grande que un hombre para demostrar que es válida para ocupar un cargo. Hace unos meses, cuando una alcaldesa ocupó su cargo con 35 años, muchos decían «¡pero si es una cría!». Dudo mucho que se dijera eso de un hombre de 35 años. Tampoco le preguntarían, como le preguntaron a ella en una entrevista, si podría cuidar de su hija y compaginar la maternidad con su trabajo en la alcaldía. A un hombre no se le coloca en esa disyuntiva.
Las mujeres tienen que lidiar con un sentimiento de culpa, porque aún reciben presiones de una sociedad que las responsabiliza del bienestar de toda la familia y las llaman egoístas si dedican mucho tiempo y energías a una profesión.
Las mujeres tienen que lidiar con un sentimiento de culpa, porque aún reciben presiones de una sociedad que las responsabiliza del bienestar de toda la familia y las llaman egoístas si dedican mucho tiempo y energías a una profesión.
¿Crees que el ser alfa o beta tiene más que ver con una actitud (ambición, forma de afrontar la vida...) o depende más de otros factores que siguen perjudicando a las mujeres?
Aunque todavía son diferentes los factores que permiten que un hombre o una mujer llegue a ser alfa, tanto en un caso como en el otro tiene más que ver con la actitud y con la capacidad de la persona para serlo. No creo que todo el mundo haya nacido ni haya tenido el aprendizaje necesario para ser alfa. Afortunadamente, no todos los seres humanos somos iguales. No ser una persona alfa no tiene nada de malo. Ni creo que los alfa sean más felices.
¿Existen diferencias irreconciliables entre la forma de afrontar su vida, tanto personal como profesional, de un hombre y una mujer o crees que la existencia de mujeres alfa es el ejemplo de que pronto esas diferencias van a ir desapareciendo?
Como ya he dicho, la existencia de mujeres alfa no es ninguna novedad. Lo novedoso es el cambio de contexto, el hecho de que una mujer pueda entrar en la universidad, comprarse una vivienda sin permiso de un hombre o viajar (nuestras madres no podían hacerlo) y desarrollar una carrera profesional con la que disfruta, todo eso acorta las diferencias. Pero aún son necesarios unos cambios en la mentalidad popular. Quiero ser optimista y pensar que la evolución no será demasiado lenta.
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