El calor nos perturba, la luz solar estimula el deseo y las horas que dedicamos al ocio reducen el estrés y nos animan a hacer nuevas amistades. Unos viven el verano con la ilusión de encontrar un amor, otros solo quieren aprovechar el momento.
¿Nos enamoramos más en verano?
Comenzamos a desprendernos de la ropa que nos abriga y los ojos se
desvían, aunque no les hayamos dado permiso, hacia escotes al aire,
piernas en pantaloncitos cortos, brazos fornidos y, como hay gustos para
todo, hacia el vello oscuro y ensortijado que asoma entre el tejido de
la camisa desabrochada de algún pecho-lobo.
Ha llegado el verano y con él las ganas de salir a la calle, de ocupar las terrazas en compañía de los amigos y una cerveza, de escuchar conciertos al aire libre, de alargar las horas de ocio hasta la madrugada aunque aún no estemos de vacaciones. En definitiva, nos volvemos más sociables, con lo que aumentan las posibilidades de iniciar relaciones o de disfrutar del sexo ocasional. De hecho, en estas fechas se incrementa el uso de preservativos, sobre todo entre personas sin pareja estable. Además casi todos nos lanzamos a la operación biquini, la de quitarnos los quilitos que nos sobran, apuntarnos al gimnasio, someternos a tratamientos corporales que vuelva más tersa la piel… Queremos gustar, atraer las miradas.
A esta actitud social se asocian personajes como el que se queda «de rodríguez» y ve el terreno libre para seducir a la turista, a la secretaria o a la vecina. ¿Quién no recuerda La tentación vive arriba y a Marilyn Monroe guardando su ropa interior en el frigorífico para aliviarse del calor de agosto? También muchas mujeres aprovechan la oportunidad para echar una cana al aire cuando el encuentro se produce en el extranjero. Algunas de ellas entienden estas aventuras como «infidelidades de las que no cuentan», porque al suceder en otro país no tiene por qué afectar al vínculo con la pareja.
Durante el periodo vacacional muchos se atreven a experimentar en las relaciones sociales, a desempeñar otros papeles y deshacerse de la timidez si saben que esas personas volverán a su ciudad, que no se verán afectados por las críticas y juicios de los vecinos, y que pueden actuar con menos temor a equivocarse y perder una relación de larga duración.
Junto a la alimentación adecuada y el ejercicio físico, la luz también favorece la segregación de hormonas relacionadas con el placer, puesto que son antidepresivos naturales: la serotonina y la endorfina. Otra hormona relacionada, sobre todo, con la atracción física, es la feromona. Es una sustancia que emitimos y que capta el olfato, aunque no huele, y que segregamos con más intensidad en los meses estivales a modo de llamada o reclamo. Ojo: para segregar feromonas no es necesario sudar más de la cuenta, ni mucho menos dejar que el olor corporal sea desagradable.
Además, el calor acelera el fluido sanguíneo, la piel gana en sensibilidad. Aunque también dificulta la irrigación de los músculos y el sistema nervioso central, lo que explica que medio país se deje vencer por la costumbre de la siesta. ¡A ver quién encuentra el impulso sexual a más de cuarenta grados! Cuidado, pues, con las comidas copiosas que restan más energías aun.
Los adolescentes descubren los primeros sentimientos, las primeras caricias, los primeros besos, y casi siempre el dolor de la primera y amarga despedida. Y hay quien de todo eso no le queda más que un borroso recuerdo o la amnesia temporal por haber salido del botellón al borde del coma etílico. Además de alterar el pensamiento y la coordinación de movimientos, el consumo masivo de alcohol dificulta la erección y la lubricación vaginal.
Muchos jóvenes eligen la playa para mantener su primera relación sexual. Un paisaje idílico, quizá, pero incómodo por los roces de la arena y el efecto secante que tiene el agua en la zona genital.
Volviendo a los romances estivales, aunque se haya combatido la deshidratación con bebidas no alcohólicas, la necesidad de vivir el momento se intensifica. Tras quedar deslumbrados, las cortas vacaciones no dejan tiempo para la rutina, la pasión es extrema, la entrega total, y lo que tendría que plantearse como un ligue sin otro objetivo que disfrutar de la compañía, se siente como algo más profundo y duradero. Aunque ese error no es propio, solo, de gente joven: «Hacía poco que me había separado del padre de mi hijo cuando tuve ese rollo en el mes de junio. Le advertí que no estaba para enamoramientos, y fui yo la que me enganché. En cambio, para él fue solo una historia más», reconoce una mujer de 32 años.
Muchos singles —los que no tienen pareja— esperan encontrar durante estos meses al hombre o la mujer de su vida. ¿Qué hacer para no confundirse y evitar la diferencia de expectativas ante el affaire? «Es mejor prevenir que sufrir», responde Montserrat Ribot, psicóloga y coach. «Es bueno estar abierto a conocer a gente, pero esa persona puede convertirse en un nuevo amigo, sin más. Hay que ir despacio y descubrir en las conversaciones si busca lo mismo que tú. Si no hay más que una atracción sexual y estamos seguros de que puede controlarse, que uno no se va a involucrar emocionalmente más que el otro, ningún problema. De lo contrario, el coste de aprovechar la oportunidad puede ser muy alto».
Cuando la ilusión de disfrutar de las vacaciones en compañía amorosa se trunca, los que regresan con esa frustración buscan otras vías para topar con el amor de su vida, como las agencias matrimoniales, que ven crecer la demanda de sus servicios en septiembre y después de navidades, según informa M. Carme Banús, directora de SamSara.
Las parejas estables se enfrentan a pasar más horas juntos, con los consecuentes roces que pueden producirse cuando el carácter se irrita por efecto del calor. Si, además, se aprovechan las vacaciones para visitar a la familia, como en los casos en que el padre o la madre vive lejos, hay que adaptarse a las costumbres ajenas, compartir habitaciones o dormir demasiado cerca de los demás. Se pierde intimidad, surge el miedo a que escuchen los ruidos del somier y los horarios de sueño se trastornan. Los días que deberían ser de descanso se convierten en un suplicio, la frecuencia de actividad sexual se reduce, y a menudo se suple por la bebida y la fiesta. A todo ello hay que sumar el estrés que pueden provocar los niños, propios o ajenos, en parejas que no están acostumbrados a ellos o que entienden la educación de distinto modo.
Septiembre es uno de los meses con mayores índices de rupturas y también aumentan las visitas de terapia sexual y de pareja.
¿Cómo evitar conflictos? Francisca Molero, directora del Institut de Sexologia de Barcelona, ofrece algunos consejos: «Hay que arreglar los problemas antes de salir de vacaciones y empezarlas sin reproches, con saldo cero. Si hay niños o se va a pasar parte de esos días con la familia, la pareja tiene que procurar regalarse, como mínimo, una semana para ellos solos, un tiempo para compartir, hablar, pasear y mantener relaciones sexuales. Es una manera de reencontrarse, de recordar porqué motivo están juntos, en definitiva, de reenamorarse. También han de afrontar las vacaciones con la actitud de disfrutarlas a pesar de los contratiempos, echar mano del sentido del humor para relativizar y tolerar los roces cotidianos».
Cuando se hace una ruta turística con la intención de ver todo cuanto sea posible en corto tiempo, la pareja suele llegar demasiado cansada al hotel, aunque sea de cinco estrellas y con jacuzzi en la habitación. «Pero también hay vacaciones que se disfrutan sexualmente al máximo», recuerda la doctora Molero. «Las parejas estables también suele aumentar la actividad sexual porque dedican más tiempo al ocio y duermen menos. Cuando se llevan bien, son vacaciones en las que perciben el erotismo, el placer, aprovechan cada instante que pasan juntos y la vida sexual se reactiva a pesar del autocar, el cansancio y la pesadez de la mochila».
En estos días más largos, nada mejor que recuperar ese tiempo perdido durante el oscuro invierno e invertirlo en fortalecer la vinculación erótica y amorosa con la pareja.
Ha llegado el verano y con él las ganas de salir a la calle, de ocupar las terrazas en compañía de los amigos y una cerveza, de escuchar conciertos al aire libre, de alargar las horas de ocio hasta la madrugada aunque aún no estemos de vacaciones. En definitiva, nos volvemos más sociables, con lo que aumentan las posibilidades de iniciar relaciones o de disfrutar del sexo ocasional. De hecho, en estas fechas se incrementa el uso de preservativos, sobre todo entre personas sin pareja estable. Además casi todos nos lanzamos a la operación biquini, la de quitarnos los quilitos que nos sobran, apuntarnos al gimnasio, someternos a tratamientos corporales que vuelva más tersa la piel… Queremos gustar, atraer las miradas.
A esta actitud social se asocian personajes como el que se queda «de rodríguez» y ve el terreno libre para seducir a la turista, a la secretaria o a la vecina. ¿Quién no recuerda La tentación vive arriba y a Marilyn Monroe guardando su ropa interior en el frigorífico para aliviarse del calor de agosto? También muchas mujeres aprovechan la oportunidad para echar una cana al aire cuando el encuentro se produce en el extranjero. Algunas de ellas entienden estas aventuras como «infidelidades de las que no cuentan», porque al suceder en otro país no tiene por qué afectar al vínculo con la pareja.
Durante el periodo vacacional muchos se atreven a experimentar en las relaciones sociales, a desempeñar otros papeles y deshacerse de la timidez si saben que esas personas volverán a su ciudad, que no se verán afectados por las críticas y juicios de los vecinos, y que pueden actuar con menos temor a equivocarse y perder una relación de larga duración.
Expuestos al sol: una afrodisíaco natural
Además de broncear la piel, la luz solar tiene efectos sobre el metabolismo humano que explicarían, en parte, que estemos más receptivos a los estímulos eróticos y al comportamiento apasionado. El sol es un afrodisíaco natural, a la luz responde la testosterona, hormona masculina que también se encuentra en el organismo femenino, y que interviene en el despertar del deseo sexual. Tras unos meses luciendo palmito en terrazas, playas, camping o paseos marítimos, la testosterona alcanza sus niveles más altos hacia el final del verano.Junto a la alimentación adecuada y el ejercicio físico, la luz también favorece la segregación de hormonas relacionadas con el placer, puesto que son antidepresivos naturales: la serotonina y la endorfina. Otra hormona relacionada, sobre todo, con la atracción física, es la feromona. Es una sustancia que emitimos y que capta el olfato, aunque no huele, y que segregamos con más intensidad en los meses estivales a modo de llamada o reclamo. Ojo: para segregar feromonas no es necesario sudar más de la cuenta, ni mucho menos dejar que el olor corporal sea desagradable.
Además, el calor acelera el fluido sanguíneo, la piel gana en sensibilidad. Aunque también dificulta la irrigación de los músculos y el sistema nervioso central, lo que explica que medio país se deje vencer por la costumbre de la siesta. ¡A ver quién encuentra el impulso sexual a más de cuarenta grados! Cuidado, pues, con las comidas copiosas que restan más energías aun.
Carpe diem: disfruta el momento en vacaciones
La visita a otra parte del planeta, puede suponer la realización de alguna fantasía con personas de otras razas, otro color de piel, otro acento… Gracias a un cambio de ambiente o de lugar algunos tímidos se atreven a comportarse de forma más desinhibida. No les conocen y pierden el miedo a que juzguen su conducta. Es muy corriente, aunque se viaje con la ilusión de conocer a alguien que nos atraiga, que no se nos ocurra meter un paquete de preservativos en la maleta, y luego, cuando aparece la ocasión de ligar, no se quiere perder. Los turistas pueden ser un grupo de riesgo.Los adolescentes descubren los primeros sentimientos, las primeras caricias, los primeros besos, y casi siempre el dolor de la primera y amarga despedida. Y hay quien de todo eso no le queda más que un borroso recuerdo o la amnesia temporal por haber salido del botellón al borde del coma etílico. Además de alterar el pensamiento y la coordinación de movimientos, el consumo masivo de alcohol dificulta la erección y la lubricación vaginal.
Muchos jóvenes eligen la playa para mantener su primera relación sexual. Un paisaje idílico, quizá, pero incómodo por los roces de la arena y el efecto secante que tiene el agua en la zona genital.
Volviendo a los romances estivales, aunque se haya combatido la deshidratación con bebidas no alcohólicas, la necesidad de vivir el momento se intensifica. Tras quedar deslumbrados, las cortas vacaciones no dejan tiempo para la rutina, la pasión es extrema, la entrega total, y lo que tendría que plantearse como un ligue sin otro objetivo que disfrutar de la compañía, se siente como algo más profundo y duradero. Aunque ese error no es propio, solo, de gente joven: «Hacía poco que me había separado del padre de mi hijo cuando tuve ese rollo en el mes de junio. Le advertí que no estaba para enamoramientos, y fui yo la que me enganché. En cambio, para él fue solo una historia más», reconoce una mujer de 32 años.
Muchos singles —los que no tienen pareja— esperan encontrar durante estos meses al hombre o la mujer de su vida. ¿Qué hacer para no confundirse y evitar la diferencia de expectativas ante el affaire? «Es mejor prevenir que sufrir», responde Montserrat Ribot, psicóloga y coach. «Es bueno estar abierto a conocer a gente, pero esa persona puede convertirse en un nuevo amigo, sin más. Hay que ir despacio y descubrir en las conversaciones si busca lo mismo que tú. Si no hay más que una atracción sexual y estamos seguros de que puede controlarse, que uno no se va a involucrar emocionalmente más que el otro, ningún problema. De lo contrario, el coste de aprovechar la oportunidad puede ser muy alto».
Cuando la ilusión de disfrutar de las vacaciones en compañía amorosa se trunca, los que regresan con esa frustración buscan otras vías para topar con el amor de su vida, como las agencias matrimoniales, que ven crecer la demanda de sus servicios en septiembre y después de navidades, según informa M. Carme Banús, directora de SamSara.
Demasiadas vacaciones para compartirlas con la pareja
Aunque aparentemente toda la población las esperan con ansiedad, para algunos las vacaciones estivales y las de cualquier otra fecha resultan excesivamente largas: los adictos al trabajo y los que tienen conflictos conyugales. A veces una misma persona sufre ambas problemáticas. De hecho, una adicción al curro puede esconder, quizá de modo inconsciente, una estratagema para huir del hogar familiar.Las parejas estables se enfrentan a pasar más horas juntos, con los consecuentes roces que pueden producirse cuando el carácter se irrita por efecto del calor. Si, además, se aprovechan las vacaciones para visitar a la familia, como en los casos en que el padre o la madre vive lejos, hay que adaptarse a las costumbres ajenas, compartir habitaciones o dormir demasiado cerca de los demás. Se pierde intimidad, surge el miedo a que escuchen los ruidos del somier y los horarios de sueño se trastornan. Los días que deberían ser de descanso se convierten en un suplicio, la frecuencia de actividad sexual se reduce, y a menudo se suple por la bebida y la fiesta. A todo ello hay que sumar el estrés que pueden provocar los niños, propios o ajenos, en parejas que no están acostumbrados a ellos o que entienden la educación de distinto modo.
Septiembre es uno de los meses con mayores índices de rupturas y también aumentan las visitas de terapia sexual y de pareja.
¿Cómo evitar conflictos? Francisca Molero, directora del Institut de Sexologia de Barcelona, ofrece algunos consejos: «Hay que arreglar los problemas antes de salir de vacaciones y empezarlas sin reproches, con saldo cero. Si hay niños o se va a pasar parte de esos días con la familia, la pareja tiene que procurar regalarse, como mínimo, una semana para ellos solos, un tiempo para compartir, hablar, pasear y mantener relaciones sexuales. Es una manera de reencontrarse, de recordar porqué motivo están juntos, en definitiva, de reenamorarse. También han de afrontar las vacaciones con la actitud de disfrutarlas a pesar de los contratiempos, echar mano del sentido del humor para relativizar y tolerar los roces cotidianos».
Cuando se hace una ruta turística con la intención de ver todo cuanto sea posible en corto tiempo, la pareja suele llegar demasiado cansada al hotel, aunque sea de cinco estrellas y con jacuzzi en la habitación. «Pero también hay vacaciones que se disfrutan sexualmente al máximo», recuerda la doctora Molero. «Las parejas estables también suele aumentar la actividad sexual porque dedican más tiempo al ocio y duermen menos. Cuando se llevan bien, son vacaciones en las que perciben el erotismo, el placer, aprovechan cada instante que pasan juntos y la vida sexual se reactiva a pesar del autocar, el cansancio y la pesadez de la mochila».
En estos días más largos, nada mejor que recuperar ese tiempo perdido durante el oscuro invierno e invertirlo en fortalecer la vinculación erótica y amorosa con la pareja.
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