Lo hacen las personas que se sienten satisfechas, las que mantienen en forma su apetito sexual, las que tienen pareja estable y las que gozan de éxito en el terreno de la seducción. Fantasear con escenas eróticas, por muy raras o transgresoras que parezcan, es síntoma de buena salud sexual. ¿Diferencias entre las fantasías de hombres y mujeres? Muchas menos de lo que aseguran los tópicos.
Fantasías eróticas para combatir la rutina sexual
«¿Mi fantasía? Tengo varias, pero con requisito imprescindible: que mi mujer sea la gran protagonista en ellas y que esté superardiente». Es la confesión de un informático de 31 años, y no se trata de un caso aislado.
De hecho, la propia pareja suele ser la escogida por una inmensa mayoría de hombres con una relación sentimental estable para recrear las escenas sexuales que imaginan, ya sea compartiéndola con otras personas, como sucede en el trío, o a solas en una cabaña aislada por la nieve. ¿El motivo? El mismo testimonio ofrece una pista: «Me lo paso muy bien con mi mujer. Me excita mucho, pero tiene un punto negativo, que siempre es pasiva y se libera poco».
Según los últimos estudios sexológicos, cada vez son más las mujeres y también hombres que se enfrentan a una fase de inapetencia sexual. En muchos casos, la impotencia masculina no es más que una falta de deseo, y es entonces cuando la viagra no funciona.
En cuanto a las mujeres, el estrés, la monotonía de una pareja estable, las energías empleadas en la crianza de los hijos y el esfuerzo por compatibilizar el empleo fuera de casa con las atenciones al hogar y a la familia las dejan exhaustas cuando llegan a la cama, como describe esta profesora de 35 años:
«Nuestra relación sexual está ahora de bajón. Tenemos un niño de diez meses y apenas salimos juntos. Tenemos poca vida íntima de pareja. Llego agotada a la cama después de trabajar, preparar las oposiciones, lavar… Espero que todo cambie dentro de poco, o así nos lo hemos planteado».
Y cada vez son más las señoras que se quejan de que el marido sufre jaquecas con demasiada frecuencia:
«Desde que nos casamos el tema sexual ha ido a peor, nos queremos muchísimo pero no hay nada en la cama, siempre es igual, aburrido, no le gusta jugar ni probar ni nada, una pena», explica un ama de casa de 34 años y que fantasea con que la aten de pies y manos, la besen, la acaricien y la muerdan.
El mejor afrodisíaco puede elaborarlo uno mismo en ese laboratorio instalado entre las dos orejas, y sin necesidad de que traspase las fronteras de la imaginación.
Según Fernando Villadangos, presidente de la Sociedad de Sexología Al-garaia, «muchas fantasías, por su propio carácter de proyección de deseos no realizados, desarrollan aspectos de la erótica personal que no se realizarían en la realidad. En muchos casos, se confunde fantasía con un deseo de realización de la misma. He conocido casos de fantasías que excitan mucho a la persona y que, a la hora de ponerlas en práctica, no sirven y conducen a la frustración».
La magia de pensar en sexo
«Lo malo es que no tengo ninguna fantasía. Nunca he experimentado un orgasmo en las relaciones sexuales, tan solo dos o tres veces en sueños, y entonces me he despertado. Estoy casada hace muchos años, y he tenido un amante, del que me enamoré locamente, pero con ninguno de los dos lo he conseguido», confiesa una licenciada en Bellas Artes de 36 años.
La primera medida para recuperar el deseo es la excitación en solitario y la masturbación. Ahí entra en juego las escenas o historias imaginadas.
«Si no se tienen fantasías sexuales es porque no se piensa en sexo, y si no se piensa en sexo no se experimenta deseo de tenerlo», comenta la doctora Francisca Molero, codirectora del Institut de Sexologia de Barcelona.
Recrearse en las fantasías con el amante, frecuentes en el inicio del idilio, en las que se revive lo ya experimentado y lo que falta por descubrir predispone la libido ante un encuentro sexual. El sexólogo Antoni Bolinches las llama anticipatorias. Una buena manera es susurrarlas al oído en el restaurante o mientras se toma una copa antes de llegar al dormitorio conyugal. Pero, cuidado con qué fantasías contamos a la pareja, quizás interprete la aparición de otras personas en esas escenas imaginadas como una infidelidad. «La fantasía es un terreno que puede aportar mucho de forma absolutamente inofensiva cuando se considera como una manera personal de disfrutar y punto», añade Fernando Villadangos.
Recurrir a las fantasías sexuales cuando ya no surgen de forma espontánea reaviva el deseo, por ello los profesionales de la sexología le dan estatuto de tratamiento terapéutico. Las escenas eróticas que nuestra mente elabora sirven también como ensayo de lo que nos gustaría y lo que NO deseamos llevar a cabo en la realidad.
Tópicos y falsedades sobre nuestras fantasías
Según la creencia popular, las mujeres requieren de más argumentos para estimular su imaginación erótica que los hombres, los varones que aparecen en sus fantasías tienden a ser hombres que conocen y tienen ensoñaciones más románticas que explícitamente sexuales.
Los últimos estudios sobre las fantasías demuestran, no obstante, que las mentes eróticas de ambos sexos se parecen mucho más de lo que aparentaban.
Este es el extracto de la fantasía de un hombre de 46 años:
«Yo siento miedo y me agazapo primero, ella está con la cabeza echada hacia atrás y, al darse cuenta de mi presencia, me mira intensamente; compruebo que no hay nadie en la cueva, saco mi cuchillo de monte y la desato, la ayudo a cubrirse con mi ropa y yo empiezo a sentir frío. La llevo ayudándola a caminar, pues se encuentra muy débil, hasta fuera de la cueva, y allí hace calor, pues el sol luce intensamente... Se desvanece la escena y luego nos encontramos en su casa haciendo el amor como dos enamorados».
En esta fantasía erótica no falta un argumento que contiene cierto grado de romanticismo y, en ella, él se siente héroe.
A los hombres, a quienes siempre se les echa en cara que vayan al grano, les encantan los juegos, la creatividad en la cama, que se le dedique al sexo tiempo e imaginación.
Y para muchas mujeres puede ser más que placentera alguna que otra sesión de sexo salvaje, encuentros inesperados en lugares públicos o semipúblicos (como los lavabos de bares, restaurantes y discotecas), uno de los escenarios preferidos en las fantasías de hombres y mujeres por cierto, y donde adolescentes y veinteañeros, sobre todo, lo practican de verdad. Las mujeres perciben la atracción que despiertan en el hombre, ese deseo urgente que no puede ser controlado ni aplazado.
El desconocido suele ser el personaje que aparece con más frecuencia en las fantasías de ellas, aunque muchas también se imaginan con varios hombres extraños. Para una mujer que ha sido educada en la creencia de que el placer tiene que estar unido al amor, un escarceo con un hombre con quien tropieza en el autobús puede ser una fantasía muy trasgresora.
Pero, recuerda: tener la fantasía erótica no es sinónimo de sentir ganas de hacerla realidad.
¿A las mujeres nos gusta la sumisión?
Puesto que, mientras que no se traspasen las fronteras de la imaginación, no existe peligro de que ocurra nada que no se desee, la fantasía erótica permite que el individuo sea más atrevido para saltarse los convencionalismos de lo que es en la realidad.
Una relación sexual con otra mujer es la práctica más numerosa en las ensoñaciones libidinosas de las españolas, al igual que se ha comprobado en investigaciones realizadas en Francia o Estados Unidos, lo que se explica, en parte, si se tiene en cuenta que el cine, la televisión y la publicidad siguen mostrando el cuerpo femenino como el gran objeto del deseo.
A los treinta y tantos, quizás porque es una fase en la que están muy cansadas, muchas españolas se ven atadas, con ojos vendados, dejándose hacer por uno o varios hombres, casi siempre desconocidos.
Este factor de dominación en las fantasías femeninas es un recurso que, además, libera la culpa respecto al deseo sexual de una educación que lo reprime. La tradición judeo-cristiana ha transmitido la idea de que las mujeres son seres asexuados y que la excitación no forma parte de su naturaleza. La liberación femenina ha paliado el efecto de estas creencias, pero no del todo. Cuando imaginan que son obligadas a ejecutar actos sexuales por la fuerza, ceden la responsabilidad de lo que sucede. Es culpa de quien la domina, de quien la ata, de quien la violenta; no de ella. Y aunque la mayoría de mujeres adoptan el papel de sumisa en sus fantasías y la de pasiva en la realidad, también hay quien acaricia la idea de convertirse en una estricta gobernanta.
Fantasear con la propia con la pareja
Suelen ser los varones quienes creen que podrían llevar sus fantasías a la realidad, confundiéndolas con deseos reprimidos.
Los juegos en los que se interpretan roles son muy apetecibles para practicar en pareja. Resultan divertidas y son de lo más inofensivas: preparar un personaje, con el look y la conducta adecuada, ejercita la creatividad, y ya metidos en el papel, se descubren facetas ocultas muy excitantes propias y del otro.
Planificar un encuentro como si los amantes fueran dos desconocidos que acaban en la habitación de un hotel es una posibilidad. También la escenificación de juegos entre paciente y médico, prostituta y cliente, alumna y profesor, o jovencita pervertida por hombre experimentado.
En el juego de roles, un elemento añadido, tan manido en el cine porno, es el de los uniformes, sobre todo en las fantasías femeninas: las batas de médicos y enfermeras, los trajes de piloto o los uniformes militares.
Según la antropóloga Pilar Cristóbal, «el uniforme es símbolo de poder. Este puede estar representado en el poder que emana de la autoridad, el mando que ejercen los militares por ejemplo, en cuyo caso, cuantos más galones más atractivos, y el poder de la sabiduría, los sacerdotes de todas las tribus, que simbolizan las batas blancas de los médicos. También la ostentación de un status económico alto es un incentivo sexual. En hombres y mujeres la atracción por alguien de una jerarquía superior remite al padre o la madre dominante».
No existen fórmulas válidas para todo el mundo, así que la primera regla para saber qué despierta el deseo del amante es escuchar al otro y conocerse mutuamente, y ser sincero, no entender los gustos y apetencias de la otra persona como algo raro o patológico, ni tampoco ceder contra las propias apetencias. «La lectura en común de libros de sexología puede dar pie a hablar de lo que nos gusta o no en materia sexual. Es un terreno difícil de tratar para casi todas las parejas», apunta Eva Moreno, sexóloga y creadora de Tapersex.
Hay personas que tienen unas relaciones sexuales que se apartan de los convencionalismos sociales, como aquellos que practican el intercambio de parejas y el sexo en grupo. Pero no son la mayoría. Casi todos echan de menos un poco más de juego e imaginación, y si tienen que optar por algo, se prefiere la infidelidad antes que el intercambio. Lo que sí se practica cada vez más es el sexo virtual. Internet está abriendo nuevas posibilidades, la gente se siente más libre para expresarse y contar qué les pone.
Y algo en lo que coinciden hombres y mujeres: que se combine el sexo tierno y lento con el salvaje, encontrarse con un escenario de cena, velas y música un día, y que otra vez se sorprendan con un ataque más inesperado. En definitiva, no caer en la rutina.
(Este artículo fue publicado por primera vez en el Magazine del diario La Vanguardia).
(Este artículo fue publicado por primera vez en el Magazine del diario La Vanguardia).