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Parejas abiertas: renunciar a la exclusividad sexual

Por miedo a perder al hombre del que se han enamorado, algunas mujeres están dispuestas a aceptar una relación abierta sin estar preparadas para ello.

¿Estás preparada para mantener una relación de pareja abierta?

Relaciones libres, ¿funcionan?

Almalatina —nick utilizado en Internet— pide consejo: tiene una relación free y no sabe cómo salir de ella. Hace un año que comenzó su aventura con un amigo que le propuso un amorío sin ataduras. Ella aceptó, pero no confesó que se había enamorado de él hasta la obsesión enfermiza y que no tenía fuerzas para soportar la idea de que estuviera con otras. Por supuesto, lo que menos le apetece es gozar de esa libertad que la situación le concede y retozar sin remordimientos con otros hombres. Almalatina sólo quiere formalizar la relación. 

¿De qué palo va este chico? Podríamos atrevernos a lanzar diagnósticos diversos: que tiene fobia al compromiso, que le asusta entregarse por completo, que es un inmaduro o que quizá paga con otras mujeres el daño que alguna femme fatale le hizo. Pero reconozcamos también que, desde hace décadas, los defensores del amor libre se han enfrentado a lo establecido, es decir, al matrimonio convencional, monógamo y con contrato de fidelidad, que los guardianes de las buenas costumbres consideran como único modelo posible. Puede que el amigo con derecho a roce de Almalatina solo intente defender sus principios, o quizás es otro Fernando Sánchez Dragó, y está convencido de que nosotras no podemos entenderlos porque no tenemos testosterona. 

Antes de meterte de cabeza en una relación liberal

Cuestiones hormonales aparte, no faltan mujeres que se muestran más que predispuestas a soltarse la melena y constituir lo que suele llamarse una ‘pareja abierta’. ¿En qué consiste? No existe una fórmula única, pero suelen ser relaciones en las que él y ella se conceden permiso para mantener contactos sexuales con otras personas. En algunos casos, se incluye el intercambio de parejas y el sexo en grupo, es decir, las orgías. 

¿Quién puede aceptar semejante propuesta sin sufrir desconsoladamente? Para empezar, quien tenga una autoestima a prueba de bomba. De modo que, si ese no es tu caso y te vienes abajo con un soplo de aire, mejor abandonas el asunto por mucho que el síndrome de Bridget Jones te ataque de nuevo e imagines que no aparecerá otro hombre en cien años. 

No cabe duda de que un pacto así tiene sus ventajas, porque ¿quién no ha fantaseado alguna vez con la idea de sucumbir a la atracción por otro hombre cuando se tiene una relación estable? ¿Y si te dieran la oportunidad de hacerlo cuando el cuerpo te lo pide sin sentir, después, el más mínimo remordimiento? 

Para muchos, este planteamiento es preferible al adulterio y, desde luego, más honesto. De este modo, nadie es exclusivo de nadie, pero tampoco se cae en la infidelidad, porque ¿hasta qué punto se puede llamar infiel quien se acuesta con otras, si se ha alcanzado esta clase de arreglos? 

Sin embargo, son muchísimas las mujeres que, después de aceptar el trato, viven angustiadas ante la posibilidad de que alguna más listilla le robe al novio para siempre. 

Desde luego, nadie puede asegurarnos que el hombre que se cuelga el letrero de ‘Polígamo por naturaleza’ no tropiece algún día con la mujer de sus sueños y por ella haga lo que no hizo por las demás: darle una patada a su ideal de amor libre y aceptar todos los convencionalismos que ella le imponga. Pero a mí... ¿qué quieres que te diga? Ese argumento me suena a cuento de hadas.

Si eres de las que sufren en una relación liberal, probablemente no habrás sido tú quien haya hecho la propuesta. En ese caso, los terapeutas recomiendan que reflexiones sobre los siguientes aspectos: 

➤ El conflicto entre razón y emoción

Casi todas nos hemos irritado alguna vez ante una de las frases preferidas de los hombres: «Ellas siempre dicen no cuando quieren decir sí». Pues bien, puede que esta vez haya sucedido lo contrario, y hayas dicho sí cuando la idea de compartirle con otras no te hacía ninguna gracia. En ese caso, has querido imponerte una forma de vivir el amor que se enfrenta a tus auténticos sentimientos. 

¿Te hace feliz este tipo de relación? 

¿Hasta qué punto coinciden tus ideales y tus valores con los de una relación abierta? 

Hay personas que se mueren de celos si su pareja se acuesta con otra, y personas que no le dan importancia. Eso no las hace ni peores ni mejores. Escucha los dictados de tu corazón y recuerda que en él no mandan razones. 

➤ Tu autoestima en una relación abierta 

De una forma u otra, todos somos contradictorios.

Puede que te avergüence reconocer que ahora rechazas lo que en principio habías aceptado, que no seas capaz de decir: «Mira cariño, no soy tan moderna como yo pensaba, y no me gusta la idea de que te des revolcones con otras mujeres». ¿Te concedes la libertad de cambiar de parecer? ¿Qué te impide revisar lo pactado si no te sientes satisfecha? También hay que destacar el miedo a la soledad emocional como uno de los motivos que pueden arrastrarnos a aceptar un modelo de relación que, en el fondo, no deseamos. Si piensas que una mujer sin pareja no es una mujer completa, tienes todos los números para caer en trampas que tú sola te tiendes. 

➤ Sobre la relación amorosa actual

¿Cómo sabes que él te quiere como tú necesitas ser querida? 

Ese es el quid de la cuestión, que explores el universo de tus deseos y necesidades y descubras qué es primordial para que disfrutes con una relación, para que te aporte más satisfacciones que disgustos. De lo contrario, puede que estés invirtiendo demasiado tiempo y esfuerzo en una historia sentimental que no te ofrece lo que esperas de ella. Ya va siendo hora de enterrar para siempre aquello de «quien te quiere te hará sufrir». 

¿Es amor o enganche?

Quizá haya que empezar por averiguar si lo que sientes por él es amor auténtico o, sencillamente, puro ‘enganche’ emocional. 

Vale, te has cansado de buscar un hombre de verdad. Pero tampoco era necesario destrozarte el corazón comprobando hasta dónde eres capaz de aguantar. Cada historia de amor no tiene por qué ir ligada a una depresión de caballo; pero si estás dando más de lo que puedes sin obtener, a cambio, esos mínimos que tú precisas, has escogido el camino que te dirige al Prozac. 

Algunas personas necesitan de una dedicación total y exclusiva de la pareja, prefieren la vida tranquila y el encanto de la cotidianidad al estrés emocional. 

Patricia, en cambio, deja que su marido se divierta con rubias, morenas y pelirrojas, siempre que ella continúe siendo la reina, señora y dueña de su corazón: «Sé que todos los hombres engañan a sus mujeres. En una relación abierta yo soy la que controla sus canas al aire». Esta mujer participa en juegos como el intercambio de parejas, el sexo en grupo y otro tipo de prácticas que muchos consideran inaceptables. Lo importante es que a ella no le crea ningún conflicto consigo misma. 

Para la sexóloga Marta Arasanz, «hay quien comienza este tipo de relaciones ante una necesidad de búsqueda o para romper la monotonía. También puede responder a nuevos y falsos estereotipos de libertad sexual. Hay una idea bastante equivocada sobre lo que eso significa». Pero, ¿y si cuando el sexo haya dejado de ser una inagotable fuente de placer entre vosotros, él se lanza en pos de un amor clandestino? Ante la posibilidad de traición, chicas como Patricia apuestan por la pareja abierta. 

¿Qué hacemos con los celos si nos damos libertad para acostarnos con otras personas?

Una cosa es que haya quedado abolida la ley que castigaba a la mujer adúltera, y otra que tu media naranja se quede como si tal cosa al enterarse de que te has liado con un desconocido de muslos de acero. ¿O no? ¿Qué fue de la vanidad y el narcisismo del macho herido? ¿Tendremos que admitir que sentir celos no es algo natural? ¿No eran más que monsergas? Ni los especialistas se ponen de acuerdo. 

Diversos estudios realizados sobre los swingers (maridos y mujeres que practican el intercambio de parejas) han demostrado que para ellos una cosa es el sexo sin afecto y otra muy diferente el amor romántico. Al parecer, estas personas tienen un ego tan fuerte, que pueden participar en sus particulares fiestas sin temer que el furor haga estragos y la pareja se largue con otro/a a las Azores. Sin embargo, está prohibido enamorarse unos de otros, y no se permiten los mimos, las carantoñas o los «Te quiero». 

Pero no es un enamoramiento lo que, en realidad, puede volver loco de celos a un swinger. Ellos también están hechos de carne y huesos, y por muy infinita que sea su capacidad de análisis y raciocinio, la fuerza del intelecto se desvanece si esta idea de libertad sexual no se ha interiorizado a nivel emocional. Para colmo, algunos psicólogos afirman que, en la mayoría de los casos tratados, las parejas abiertas tardan uno o dos años en abandonar el intento, y rompen o reconducen la situación hacia un modelo en el que incluyen la exclusividad sexual. 

Queda una última cuestión: ¿Qué siente la tercera persona acerca de ese acuerdo? Parejas famosas que apostaron por la libertad sexual, como Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, han reconocido que es ahí donde aparecen los conflictos. El filósofo llegó a confesar que, a veces, había utilizado el engaño cuando no encontraba otro modo de llevarse a la cama a una mujer. ¿Dónde quedaron entonces la honestidad, la libertad, y demás principios?

(Este artículo es una versión actualizada del que vio la luz por primera vez en la revista Mujer 21).

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